El hecho de guardar cosas sólo para uno mismo implica la capacidad de tolerar todo lo que esas historias traen consigo, pero de una manera tan personal que cuando uno se cansa de cargarlas y necesita sentarse no encuentra cerca lo apropiado para descansar.
Tapar momentos "compartibles" no resulta siempre una tarea fácil, mirar a las personas que supuestamente saben quien eres y empezar a enumerar lo que no conocen de ti termina siendo muy molesto al darte cuenta que la lista de misterios rebasa los límites de lo conocido.
Si tanto nos preguntamos sobre el motivo de no poder confiar casi en nadie, podemos encontrar la respuesta en el hecho que nadie nos conoce y por ende no conocemos a nadie.
Liberar secretos, bueno o malos, gusten o no, destaparnos ante los que están cerca, nos hace mas nuestros, más cercanos y más transparentes, nos regala más tranquilidad, más paz y muchas horas verdaderas de sueño.
¿En que momento estamos seguros de poder abrir el caño y dejar escurrir nuestras aguas encima de las manos de una persona?
Puede ser en el momento en que nos contemos a nosotros mismos las historias como realmente son, en el preciso instante en que nos queramos con nuestros secretos a voces y en el segundo preciso en que seamos lo suficientemente nosotros para aceptarnos como somos, pues quizá tan solo así podamos mostrar nuestras escenas al público que nos quiere y que definitivamente espera ansioso por saber quienes somos y saber quienes son ellos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario